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Concentración oligopólica de la industria cultural en Chile: escenario global y nacional

  • Autores: Rolando Palacios
  • Localización: Revista Latina de Comunicación Social, ISSN-e 1138-5820, Nº. 52, 2002
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La globalización y tecnificación de los intercambios culturales y simbólicos en la era contemporánea provoca una creciente virtualización[2] de la experiencia cotidiana. Esto se debe a que una buena parte de la actividad productiva de las naciones se ha desplazado hacia el sector terciario, el sector del procesamiento de información, producción de conocimientos, administración de servicios, etcétera.

      La cultura inmaterial se hace presente con su oferta de uso del tiempo libre, diversificando las audiencias y segmentando los mercados. La centralidad de la comunicación tiene su origen en un nuevo patrón de acumulación económica que se encuentra en la generación de nuevos conocimientos, el acceso al procesamiento de la información adecuada y nuevos procesos organizativos de carácter flexible en la producción, el consumo y la gestión (Castells, 1994: 22; Castells, 1995: 42-43).

      Este es el fundamento de la nueva forma de medir la competitividad y la productividad. Castells sugiere que estamos en presencia de una nueva forma de producción y gestión económica: modo de desarrollo informacional. Este nuevo modo de desarrollo está caracterizado por nuevas formas organizativas, en donde las organizaciones horizontales sustituyen a las burocracias verticales como la forma más productiva de organización y gestión.

      Esto nos lleva a una nueva era de promesas, la Era de la Inteligencia Interconectada (Tapscott, 1998), es decir, no sólo la interconexión de las tecnologías, sino la interconexión de los seres humanos a través de la tecnología. No es una era de máquinas inteligentes, sino de seres humanos que, a través de las redes, pueden combinar su inteligencia, su conocimiento y su creatividad para avanzar en la creación de riqueza y de desarrollo social. De esta manera, la especialización flexible reemplaza a la producción de masa estandarizada como la forma industrial de mejor capacitada para adaptarse a la geometría variable de una demanda mundial cambiante y a uno valores culturales versátiles (Castells, 1994: 23).

      La sociedad industrial se caracteriza por la centralización de los medios de producción, la distribución masiva de objetos estandarizados, la especialización de tareas y su control jerárquico. Su modelo, copiado de la geometría o la mecánica, es la pirámide o el engranaje, mientras que los tres pilares en que se basa el contrato de trabajo en el seno de la empresa son las unidades de lugar, tiempo y función. Con el advenimiento del tratamiento electrónico de la información, la digitalización de los datos y el desarrollo de redes interactivas de comunicación, las referencias clásicas han volado hecha trizas (De Rosnay,1998: 93-100).[3] A esas tres unidades se oponen la descentralización de las tareas, la desincronización de las actividades y la desmaterialización de los intercambios. La sociedad naciente se organiza en redes más que en pirámides de poder, en células interdependientes más que en engranajes jerarquizados, en un "ecosistema informacional", más que en hileras industriales lineales. La aparición de un fenómeno internacional de comunicación como Internet, el efecto sorpresa que suscita y la voluntad de control que provoca, ilustran de forma admirable esa pérdida de referencias.


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