El libro colectivo que presentamos viene a contribuir a los estudios sobre la diplomacia cultural y sobre el llamado «poder blando», que la historiografía está poniendo en valor. Son varios los autores que señalan que esta diplomacia cultural y pública se consolida durante el período de entreguerras tras el desastre que supuso la Gran Guerra. Sin embargo, este tipo de acciones ya habían empezado a tener lugar durante el siglo XIX a la par que los avances y necesidades de la Revolución Industrial y los sistemas liberales. Un claro ejemplo fue el desarrollo de la prensa de masas, la creación de las conexiones telegráficas y las agencias de noticias, como la francesa Havas (1835), la alemana Wolff (1849) y la británica Reuters (1851), empresas que, de algún modo, acordaron repartirse los territorios del mundo monopolizando la distribución de la información en las áreas asignadas. Y las prolíficas exposiciones internacionales y universales (como la de Londres en 1851 y, sobre todo, la de París en 1889), con las que se pre-tendía impresionar al mundo en relación con los triunfos del progreso industrial, las nuevas mercancías, las novedades en máquinas y los productos de ultramar, constituyeron otro ejemplo de la intención de estas acciones.
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