Para probar ante el Canónigo de Toledo la historicidad de los libros de caballerías, don Quijote inventa una aventura caballeresca prototípica, en que un paladín se arroja a un lago hirviente y en su fondo encuentra una tierra maravillosa; allí el caballero es acogido por unas doncellas que lo llevan a un castillo, donde la más hermosa de ellas lo desnuda y lo baña. Roger M. Walker ha demostrado que la mayoría de este episodio proviene del Caballero Zifar, pero la sección sobre el baño, con la evocación de un lujoso ambiente oriental, con doncellas desvestidas que lavan al desarropado héroe, parece derivar del episodio del Salabaetto e Iancofiore en el Decamerón (VIII, 10). Claro está que tal aventura realmente prueba todo lo contrario de lo sostenido por don Quijote, o sea, que los libros de caballerías eran fantásticos y no históricos, mas el relato también sirve para recalcar la innata sensualidad de su añoso narrador.
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