Aunque las Oficinas de Comunicación de la Ciencia no son algo nuevo, especialmente en Europa o en Estados Unidos donde algunas de ellas llevan más de cincuenta años en operación, en México, en particular en los Institutos de Investigación Científica de la UNAM, son relativamente recientes. Desde la primera oficina de difusión, creada en el Instituto de Astronomía en 2004, estas unidades han aumentado en cantidad y personal profesionalizado para trabajar en ellas y, en poco tiempo, algunas han logrado fortalecer proyectos exitosos que promueven el conocimiento científico tanto adentro como fuera de cada institución. Sin embargo, la ausencia de parámetros y necesidades homogéneas han dado como resultado oficinas con objetivos, estructura y actividades disímiles que si bien proponen una rica variedad de estrategias de comunicación de la ciencia, también dificultan la creación de criterios para su evaluación, los recursos y la contratación de su personal así como su reconocimiento y continuidad dentro de cada instancia.
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