En 1988 los españoles pagaremos menos, pero el Estado recaudará más. La explicación es simple: lo que dejamos de pagar directamente por renta lo pagaremos, indirectamente, a través del consumo. Si añadimos a este hecho la desaparición de prácticamente todas las bonificaciones por inversión, el supuesto beneficio para los contribuyentes queda en entredicho. Sólo al final, cuando cada cual haya echado sus cuentas, podrá deducirse quién ha salido más perjudicado.
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