Todos los que le conocen bien coinciden en que está viviendo la etapa más feliz de su vida. Lo cierto, no obstante, es que no se le nota nada. Fraga sigue siendo el mismo. Autoritario, impaciente, hiperactivo, lúcido, impertinente, culto, y en todo excesivo es, hoy más que nunca, la caricatura de sí mismo. En una carrera contra el tiempo, contra el propio sueño, sus colaboradores sudan físicamente para complacer sus incesantes directrices...
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