Los entremeses cervantinos se destacan por su elemento ¿incómodo y distorsionador¿ que algunos crítocos asocian con una transgresión por parte de su autor de las reglas genéricas así como sociales. Un análisis detenido del primer y último entremés en el orden en que Cervantes los dio a la estampa señala, sin embargo, que la serie entremesil únicamente efectúa una subversión parcial; los deseos sexuales articulados por las protagonistas quedan supeditados a un nuevo orden simbólico que los reprime, desplazándolos y sustituyéndolos por un valor de cambio económico. A pesar de sus múltiples engaños y desengaños, los entremeses más bien revelan los límites de su subversión, límites que ni la ambigüedad o irresolución de los mismos logra solventar
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