La realidad del clero vasco durante el feudalismo desarrollado está marcada por la pervivencia del régimen patrimonial que perpetuo unas relaciones de tipo feudo-vasallático entre el patrón y la Iglesia hasta la reforma liberal. La corona, junto con las autoridades eclesiásticas, intentó disgregar el patrimonio eclesiástico de la nobleza y debilitar la figura del patrón hasta convertirlo en un título meramente honorífico. Mientras, la iglesia vasco padeció la incongruidad de beneficios a iglesias y la falta de preparación de los clérigos que derivaba en uno deficiente cristianización del pueblo originando una mezcla singular de religiosidad y paganismo
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