Cuando el croupier entró a avisarle, encontró a don Adolfo haciendo solitarios. "Señor duque, la mesa está ya dispuesta y los otros jugadores le esperan". Ni siquiera levantó la mirada de las cartas para atender al croupier. Estiró un poco más los pies, se recostó algo más sobre el respaldo del asiento, y respondió con elegante desinterés: "Que vayan empezando ellos. Ya llegaré yo. Ahora estoy haciendo solitarios. Resulta fascinante hacer solitarios; es como jugar a favor de nadie y en contra de ninguno". Era famosa su frialdad de jugador de póquer. Cuanto más se impacientaran los otros, mejor para él. ¿No le había llamado el mismísimo Guerra "tahur del Mississippi"? Pues ahora vería cómo se juega.
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