Queridos lectores:
“Entonces, ¿cuáles son las soluciones?” Ésta es la pregunta frecuente que oigo al finalizar cualquier acto en el que participo. Una pregunta muy lógica en el marco mental que nos movemos, y que por tanto es muy repetida.
En cualquiera de estos actos empleamos, aún, una cantidad increíble de tiempo en hacer el diagnóstico de la situación, y queda siempre poco margen de tiempo para hablar sobre el qué hacer. Pero no hay remedio: hay que repetir y profundizar una y otra vez en la explicación de qué es lo que pasa, por culpa de la abrumadora sordina mediática sobre la verdadera dimensión de la crisis biofísica de nuestra civilización (la policrisis como a veces se dice, fruto del choque repetido y obstinado contra los límites biofísicos del planeta).
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