El título de esta reseña es, en realidad, una cita textual del prólogo de Artur Ramon, quien dice: «Caravaggio es un invento moderno». No se trata de una boutade. Es absolutamente cierto. Cuando Michelangelo Merisi (alias Caravaggio, 1571-1610) murió a la orilla de Polo Ercole (cárcel de Nápoles) era un hambriento y un enfermo de malaria, mientras corría, camino a Roma, la barca con sus medios y las últimas pinturas que guardaba. Muerto Caravaggio, «se acabó la rabia». O, por lo menos, así era para la aristocracia, los artistas célebres, los obispos o todos los benefactores de la iglesia.
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