Quito, Ecuador
La identificación de las relaciones entre estos tres niveles fisiológicos femeninos humanos ha requerido investigaciones que. sin deiar de ser minuciosas -como lo exigen estudios de esta naturaleza-, se han visto obstaculizadas en su desarrollo sobre todo por dificultades de orden anatómico, ya que la ubicación del hipotálamo y la hipófisis, que los convierte en órganos inasequibles dada su cercanía a zonas vitales nerviosas, ha hecho que sea prácticamente difícil simular desarreglos experimentales en apoyo al establecimiento de criterios y conocimientos profundos. Se anota que en el siglo diecinueve se atribuía ya una capacidad incretora a la hipófisis, sin embargo, recién en 1921 se pudo establecer una clara influencia endocrina del lóbulo anterior de esta glándula sobre el crecimiento, a través de las investigaciones de Evans y Long (1). Estos dos investigadores, al año siguiente, identificaron una serie de modificaciones provocadas en los ovarios de perras que habían sido tratadas con extractos de hipófisis administrados parenteralmente. Sin embargo, fue en 1926 que dos grupos independientes de investigadores, uno conformado por Zondek y Aschheim y otro por Smith y Engle, establecieron la existencia de un principio capaz de estimular los ovarios, al que denominaron "hormona gonadotropa", en el lóbulo anterior de la hipófisis. Entre 1938 y 1942, varias investigaciones de carácter bioquímico, emprendidas por Evans y Fevold y orientadas a la purificación y aislamiento de diversos 'principios hormonales hipofisarios", consiguieron identificar no una, sino dos "hormonas gonadotro pas", una estimuladora del folículo ovárico y de la espermatogénesis testicular y, otra, promovedora de la formación de cuerpos amarillos y estimuladora del intersticio testicular
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