Alex Torres, Edgar Changoluiza, Santiago Bustos
De los distintos estudios internacionales se ha estimado que aproximadamente entre el 3% y 11% de los ingresos hospitalarios corresponden en realidad a reacciones adversas causadas por medicamentos. Además, en los pacientes hospitalizados la incidencia de este tipo de cuadros asociados a la medicación prescrita puede variar entre el 1 % y 44%.1,2 Cuando los efectos indeseados ocurren en el medio intrahospitalario condicionan un mayor tiempo de estancia yun aumento de los costos de salud.En nuestro país no tenemos información sobre la frecuencia de reacciones adversas intrahospitalarias o como causa de ingreso, pero estas bien podrían ser similares a las comunicadas intemacionalmente o incluso superiores, si se tiene en cuenta que suele ser común la polifarmacia para el tratamiento de un mismo síntoma o enfermedad y que las prácticas de prescripción han mostrado grados variables de idoneidad.3,4Entre los fármacos más consumidos se encuentran los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) y se ha calculado que son prescritos en alrededor del 20% de los pacientes ingresados en los hospitales. Utilizados correctamente son relativamente seguros, pero cuando se administran a dosis no adecuadas o en pacientes con condiciones clínicas de riesgo, pueden provocar efectos adversos y/o interacciones potencialmente graves que comprometen la salud y la vida del paciente.Así, mientras que el efecto de los AINEs sobre el riñón sano es prácticamente mínimo, en los pacientes con hipovolemia, enfermedades cardíacas, insuficiencia renal crónica, estenosis de arteria renal, cirrosis, tratamiento concomitante con diuréticos, estados de deshidratación, condición de hipotensión postanestésica y particularmente en los ancianos, pueden producir alteraciones renales, de las cuales las más frecuentes son la insuficiencia renal, la retención de sodio y la hipercalemia
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