Recibir de la Universidad Nacional de Colombia una distinción, cuya figura emblemática es el maestro Gerardo Molina, suscita desde luego enorme alborozo, pero al mismo tiempo cierto pudor por lo que ella representa y por los compromisos que evoca. Porque, es oportuno recordarlo en esta ocasión, el legado de Gerardo Molina, de su obra y de su práctica, es el de la indisoluble relación entre el quehacer intelectual y la política. Molina vivió de manera ejemplar su doble condición de intelectual y de político.
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