Para cinco millones de madrileños, el mes de febrero ha constituido una pesadilla en toda regla. La sucesión de huelgas y manifestaciones, que culminó durante los últimos días del mes en el paro simultáneo de Metro y autobuses, convirtió los desplazamientos en una aventura caótica. El absentismo laboral alcanzó durante algunas jornadas y en determinadas empresas cifras de un 25 por 100 o incluso más. Al final, el Gobierno se vio en la necesidad de intervenir, así como de volver a considerar lo que está previsto desde 1978 por la Constitución y ya prometió hace tres años: una Ley de Huelga.
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