Granada, España
Constantino fue un emperador guerrero. Su estrecha relación con el cristianismo a menudo opaca este hecho de su biografía que fue, además, inconmovible cimiento sobre el que se asentaron su poder absoluto y su enorme prestigio. Ya guerreara contra los bárbaros o contra sus rivales por la púrpura imperial, en las guerras libradas por Constantino se manifestó siempre una constante que terminó siendo certidumbre: la victoria. Pero hubo una que le costó más que ninguna otra: la obtenida sobre Licinio al que “parecía imposible poder aniquilar por completo” (Aurelio Víctor, 41.6).
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