La frontera en realidad construye los límites de un estado nación modelado a imagen y semejanza de la modernidad colonial, en ese sentido dibujado según las políticas de pertenencia y de exclusión (bajo las figuras de la ciudadanía y la migración). La naturalización expresada en la lectura arbitraria de la geografía se extiende como prolongación siniestra de la sangre y los genes que parecieran asegurar una pureza incierta, un estado nación que se expresa genéticamente y que así se hereda bajo el vínculo de la filiación biológica.
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