Las editoriales musicales francesas, a través de comercios españoles, fueron las principales proveedoras de partituras para las bandas de música desde finales del siglo xix hasta principios del xx. Algunas de aquellas partituras calaron en el ánimo de los directores, que las incorporaron a los conciertos y entre las elegidas para los certámenes de bandas; llegaron incluso a ser de interpretación obligada en dichos concursos sin que se conociera nada de algunos de sus autores aparte del apellido. Entre las revistas francesas que difundieron aquel repertorio, destaca Conductorama, de la editorial Evette & Schaeffer.
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