En economía es preciso tener en cuenta, como una especie de mandato científico supremo, que conviene olvidar el principio de causalidad. Esta importación de la filosofía aristotélica no nos sirve para aclarar gran cosa del panorama socioeconómico que nos rodea. En vez de ella, es preciso tener muy presente que las conexiones entre los datos económicos son de tipo funcional. Esto es, que se entrelazan entre todos de tal modo que, cuando queremos conocer una verdad aislada -por ejemplo, qué ocurre con los precios-, nos encontramos con que debemos encontrar toda la malla de relaciones existentes, en la que, por cierto, también entran los precios.
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