Desde el comienzo de su reinado de obispo de locos hasta la restauración de su entendimiento, el protagonista de ¿El licenciado Vidriera¿ es incapaz de hablar por su cuenta. Lo que parece una peripatética conversación con el público que le tiene acorralado es más bien un torturado monólogo con el que Vidriera no hace más que reflejar los nocivos valores recibidos de la comunidad lingüística a la que forzosamente sirve de lengua
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