Son personajes de novela. Serios en apariencia, desconfiados por reacción, profundamente apasionados y, para el mundo, algo chiflados; los inventores de hoy, en España, para nada se asemejan a la caricatura de esos sabios locos perdidos entre tubos de ensayo y burbujas de colores. Son personajes de novela, pero de una novela más realista y, a la vez, más romántica. Sólo un inventor sería capaz de dejar colgada la carrera universitaria, o de perder un trabajo a causa de una idea absorbente que le ha acaparado el cerebro, el tiempo y hasta el hambre. Ese personaje existe. En realidad, suman ya alrededor de 35.000.
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