Presencié, como espectador de televisión, el debate de varios periodistas, moderado y dirigido por Victoria Prego, sobre la moción de censura reciente en el Parlamento, y mi decepción fue grande, sin perjuicio de reconocer buenas dosis de talento profesional en una gran parte de los asistentes. Pero hubo una intervención que me dejó paralizado y, exactamente, mediante una palabra: estigma. Estaban tratando en esos momentos la impotencia política de Manuel Fraga para ser una alternativa al socialismo, y con los dos ejemplos recientes de las elecciones generales del 82 y del 86.
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