A finales de 1979, recién ganada la guerra contra el somocismo, yo vivía en La Habana. Debió haber sido en agosto o setiembre de ese año que recibí una llamada de Daisy Zamora, entonces viceministra del recién creado Ministerio de Cultura. El ministro, el poeta Ernesto Cardenal, a quien conocía desde los años en que hacíuamos El corno emplumado, revista mexicana de literatura y combate, quería saber si yo estaba dispuesta a venir a Nicaragua, «para escribir sobre nuestras heroicas mujeres»
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