Desde las pasadas Navidades, el baile monetario que se desarrolla en el mundo, y que en forma de una especie de minueto implacable empujaba a la baja al dólar, ha cambiado de ritmo. Ahora parece más bien un furioso cancán que arroja a monedas orgullosas al suelo, mientras alza a otras sobre los hombros de los bailarines. En él, sólo las valutas diestras y fuertes, como el marco alemán o el florín holandés, logran mantenerse sempiternamente erguidas.
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