Toda política económica es una especie de contienda con el azar. Reducirlo es un mandamiento esencial. Sin embargo, como consecuencia de una especie de pavor supersticioso que ha surgido en España en torno a si se sobrepasa el 8 por 100 de tasa inflacionista en 1986 -cosa que parece ya metafísicamente imposible-, se ha decidido jugar muy a fondo la carta de la baratura del petróleo. Los españoles bien conocemos los malos resultados de una similar apuesta anterior. ¿Y ahora, qué va a suceder?.
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