Abastecer a las fuerzas alemanas que combatían en Italia, especialmente a las que lo hicieron en Montecassino y Anzio, no fue tarea fácil debido a que la forma geográfica de la península y su red de comunicaciones facilitaban las tareas de interdicción. Frente a los esfuerzos aliados por cortar las vías de suministro de sus enemigos, los alemanes organizaron un sistema logístico que, desde el norte de Italia, donde se concentraban tanto las mercancías producidas localmente como las procedentes de Alemania, descendía hasta los depósitos de los ejércitos y de las divisiones. Para saber qué necesitaba diariamente cada unidad se elaboraban estadillos, que luego se cruzaban con las tablas de organización de cada tipo de fuerza para determinar qué y cuanto había que entregar. Las cifras resultantes de este proceso se cruzaban, por supuesto, por las existencias almacenadas, antes de decidir los abastecimientos reales que recibía cada división.
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