Por fin alcanza Enrique Peña el apetecido paisaje de silencio arbolado fue vaticinarón sus versos iniciaes. Con el mismo callado recato fue realizando una viva experiencia de poesía. Habia aprendido en Rilke que el poeta crece, inmóvil como el árbol, sin apresuramiento, siempre confiado en que ha de renovarse la esperanza con cada primavera puntual.
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