Estábamos gozando del primer tomo de una edición del Quijote de 1740 cuando hallamos, al comienzo, un párrafo en que Julián del Cerro, escribano del rey, le daba licencia a Juan de San Martín, mercader de libros en esa Corte, para que por una vez pudiera reimprimir y vender, en dos tomos, la historia de don Quijote de la Mancha.
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