El tenso silencio que llenó la sala de teatro del Palacio Beaulieu durante los cinco segundos que Juan Antonio Samaranch tardó en abrir el sobre de la gran rifa de los anillos olímpicos resumió el máximo suspense de las últimas horas de espera. Barcelona era la superfavorita. Pero en el oscuro salón donde votaron en secreto los miembros del COI podía pasar cualquier cosa. Desde cerca, los más de mil periodistas que siguieron la 91 sesión de este organismo sabían que las sorpresas eran posibles. Y la expectación fue enorme. Pero Barcelona, al final, se llevó la primera medalla de oro de esta gran carrera hacia 1992.
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