El Moloch terrorista sigue mostrándose insaciable. Su red de sangre no conoce límites. En tan sólo diez días se ha cobrado más de cincuenta vidas. Karachi, Estambul, Beirut y París acaban de inscribir sus nombres en la ya dilatada crónica negra del terror. El largo brazo de la violencia ciega, la cerrazón y el extremismo se muestra capaz de alcanzar cualquier parte del mundo. Se trata, como ha señalado el primer ministro francés, Jacques Chirac, de una guerra a escala planetaria, una guerra sin reglas, sucia, solapada y no declarada, en la que el sistema occidental, único objetivo de los chantajistas del miedo, se juega su propia supervivencia.
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