En los últimos quince años, más del 8 por 100 del arbolado español ha desaparecido, calcinando por los millares de incendios que cada año, y, sobre todo cada verano, llenan, con espantosa rutina, las sedientas páginas de los periódicos. Este 1986, que a finales de agosto ya supera en casi 40.000 hectáreas la superficie total afectada en la misma fecha del año pasado, se ha convertido en el más negro de esta larga tragedia nacional. Lo más dramático es que la mitad de estos incendios son provocados intencionadamente, y que la mayoría de los ciudadanos, incluso los más directamente afectados, asisten a este pavoroso espectáculo con inconsciente pasividad.
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