Esperaba encontrarle más crispado. Al menos, esperaba encontrarle más nervioso. Pero no. Nos invitó a sentarnos en la terraza, y allí, en mangas de camisa, José María Ruiz-Mateos apuraba los penúltimos y aún tímidos rayos del sol de Somosaguas sin que la palabra "cárcel" "cárcel" "cárcel", tantas veces repetida, alterara un solo músculo de su saludable cara.
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