Madrid, España
Monseñor José Guerra Campos, uno de los últimos grandes maestros de la Doctrina social de la Iglesia, reivindica la compatibilidad y sintonía entre el Evangelio y la milicia.
El uso de la fuerza se convierte en una violencia injusta cuando sirve al egoísmo y atenta contra los derechos legítimos del prójimo, pero es violencia justa cuando ampara el bien común y busca la liberación de la opresión del pecado. La disciplina de la fuerza es un avance de la civilización y para ello necesita tres condiciones: el ejercicio de las virtudes, un orden jurídico justo y el anhelo permanente de la paz. Porque no hay paz sin amor heroico y sin justicia.
La objeción de conciencia al servicio militar atenta contra el principio de solidaridad y es incompatible con la enseñanza de la Iglesia, en la medida que la vida militar se justifica para alcanzar la paz dentro de un orden social justo. Aunque la capacidad destructiva de las armas modernas añade un condicionamiento a los requisitos clásicos expuestos por la escolástica para considerar una guerra como justa, mientras falte una autoridad internacional competente sigue vigente el derecho a la legítima defensa frente a un agresor injusto.
Para el Obispo de Cuenca la sublevación militar del 18 de Julio de 1936 es un modelo que cumple todos los requisitos morales exigibles, y los errores o imperfecciones del régimen político resultante no afectan a su legitimidad inicial.
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