Oscar Alzaga se apresuró a decretar el "estado de crisis" en Coalición Popular, aunque resultaría ingenuo atribuirle a él la paternidad del cisma. El gesto de poner su cargo a disposición del partido, después de calificar los resultados electorales como "claramente insatisfactorios", sólo precipitó unos acontecimientos que, en cualquier caso, hubieran terminado por salir a la superficie. Si alguien tenía hambre de guerra no eran los dirigentes del PDP, sino algunos miembros de Alianza Popular, maltratados durante la confección de las listas. Se hacen llamar "el club de los damnificados" y, durante este tiempo, no han cesado de afilar sus armas para el gran combate del día 23. A la vista está el ardor de su beligerancia.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados