El sentimiento de miedo, como motor de las actitudes y comportamientos humanos, ha adquirido en los últimos años un renovado interés en el análisis de los fenómenos colectivos. En particular, podemos encontrar una centralidad sin precedentes en el campo de los estudios de comunicación, dirigidos a redefinir el papel que ejerce en las opciones de información y comunicación política. Esto se justifica en consideración de procesos que insisten en la lógica de la noticia, en la definición de agendas mediáticas y políticas y en la construcción de la realidad, normalizando la referencia al pánico colectivo. Estos procesos se han convertido de hecho en ingredientes de una estrategia de comunicación generalizada, principalmente en periodo electoral pero también ante otras emergencias que también contribuyen a potenciar el sentimiento de miedo en aras de la legitimidad política1.
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