San Juan de Ávila, inspirándose en San Agustín, afirma que la oración del sacerdote consiste en «gemidos y palabras». Los gemidos subrayan la interioridad entrañable que brota de la acción del Espíritu Santo en el creyente. Las lágrimas significan el dolor por el sufrimiento y la solidaridad del pecado desde la cual implorar la misericordia divina. Para San Juan de Ávila, la oración sacerdotal es oración de intercesión ante Dios por la humanidad, oración que quiere sintonizar con el Corazón sufriente y amante de Jesús que busca llevar adelante la eficacia de la Redención en cada hombre.
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