Desde la década del 2000 y las operaciones contra los grupos terroristas, el Ejército francés ha adoptado la costumbre de imponer a los periodistas el anonimato sistemático de los militares en sus reportajes. Con la excusa de la seguridad, se ha vuelto difícil rastrear el recorrido profesional o verificar la credibilidad de los autores de las declaraciones. Una regulación de la palabra pública que sobrepasa con mucho las reglas de protección previstas por la legislación francesa.
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