Ríos Rosas fue un político tenaz al que los desengaños no abatían. Como gobernante, cuando tuvo ocasión de ensayarlo, dio al país la síntesis de su ideario. Como orador poseía cualidades dominantes como la fuerza de sus razonamientos, el vigor y la energía en sus palabras, las expresiones profundas y armoniosas y la ironía persuasiva, lo que le convirtió en un tribuno de la muchedumbre, pues sus discursos eran comentados en tertulias, cafés y por el periodismo de la época. La historia le ha hecho justicia, y hoy día se le recuerda por su tenacidad, integridad y profesionalidad en las tareas políticas y parlamentarias encomendadas. Fue un prohombre en la élite política de la historia española del siglo XIX.
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