A veces, conversando con docentes de infantil y primer ciclo de primaria sobre la importancia de no cejar en la tarea compensadora y preventiva de la escuela frente a actitudes machistas o misóginas que se dan entre el alumnado, percibo cierta extrañeza o distancia, como si esta necesidad fuera quizá exagerada o un tanto descontextualizada para la primera infancia. «Es que esas cosas no pasan en nuestras aulas; son muy peques aún».
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