Era en mayo de 1907. Miguel de Unamuno escribía a Joan Maragall: ¡Qué tristeza, que enorme tristeza me causó leer traducido al castellano, después de haberlo leído en catalán, su hermosísimo y nobilísimo ¡Visca Espanya! Me causó tristeza porque me dije: ¡Trabajo perdido; no lo entenderán! (...) ¡Ay, querido Maragall, querrán que lo grite usted en castellano ¡Viva España! y sin contenido, sin reflexión como un grito brotado no del cerebro, sino de lo otro, de donde les salen a los bárbaros las soluciones enérgicas, de los c... Y me acordé de aquel su otro ¡Adeu, Espanya!...
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