Ya hace más de tres décadas que el grabado en metal en la Escuela de Artes Plásticas nació de una praxis heredada de la primera mitad del siglo XX, donde las prácticas de alto riesgo para la salud y el medio eran aceptadas como la única opción. Todavía se siente en la memoria el olor a gasolina usada como solvente en el taller y lo irritante de los vapores de la solución de ácido nítrico flotando en el cuarto de ácidos.
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