A finales de la Edad Media, las calles de las ciudades y pueblos eran frecuentes lugares de juego para los niños, como se desprende de los relatos sobre milagros, o de las fuentes judiciales que a menudo narran accidentes, e incluso muertes, como consecuencia de estas prácticas. El estudio de las actividades lúdicas al aire libre revela que, desde una edad muy temprana, surgen marcadas diferencias de género, donde la violencia desempeña un papel central para los varones.
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