En 1987, de manera casual me enfrenté con la obra de Carla Witte (1889-1943). Esta había llegado al Museo de la ciudad de Treinta y Tres, gracias a la generosidad de la familia Araújo. Las investigaciones realizadas en Uruguay y en Alemania me permitieron conocer que Carla Witte había nacido en Leipzig y estudiado en Berlín, en ese entonces centro de unión de las culturas de oriente y occidente; lo que posiblemente permitió gestar, entre otras cosas, uno de los movimientos más potentes de este siglo: el expresionismo.
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