Las campanas, en la España cristiana, fueron fundamentalmente un símbolo diferenciador frente al almuédano que desde las mezquitas convocaba a los mahometanos y, en América siguieron siendo elemento infaltable en las iglesias. Componente esencial del clima acústico de la ciudad colonial, tañían varias veces al día al servicio de la devoción y, por añadidura, constituían un medio eficaz ya de informar al pueblo de sucesos alegres o luctuosos, ya de reclamar la colaboración de todos para afrontar algún grave peligro.
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