Veinticinco años después de la firma de los acuerdos de Dayton y del final de la guerra en Bosnia-Herzegovina, la transición de los Balcanes occidentales hacia la UE se ha alargado tanto que, tal vez, no cabe considerarla una fase transitoria rumbo a la democracia liberal sino, más bien, un sistema per se.
El atractivo de convertirse en Estado miembro de la UE ya no corresponde a los mismos motivos que en el momento del colapso del comunismo, ya no significa el gran sueño de ser parte del mundo libre occidental.
Las negociaciones entre Serbia y Kosovo, impulsadas por la UE, están prácticamente bloqueadas. Bosnia-Herzegovina es un Estado inviable, no por falta de recursos humanos y materiales, sino por el arreglo político todavía vigente.
La pandemia ha traído a los Balcanes Occidentales la utilización, intencionada o no, de la emergencia sanitaria en favor del ejercicio autoritario del poder, y la intensificación de la presencia rusa y turca, que han reforzado posiciones mediante el suministro de ayuda.
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