En el antiguo régimen había un palacio famoso: el Palacio de El Pardo. Carecía de misterio, y solamente tenía solemnidad, con una figura carismática dentro, que era la del general Franco. Se cruzaba la puerta principal, con el requisito de la policía y de la guardia interesándose por quien aspiraba a cruzar la puerta, luego aparecían los jardines anteriores al palacio, y después todo era muy sencillo: la escalerita hacia el salón de las visitas, y luego el antedespacho en el que alguien atendía siempre al entrante inminente.
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