Las ciudades se han visto profundamente afectadas por los múltiples problemas provocados por la pandemia de la COVID-19: empeoramiento de la salud pública, grave recesión económica, profundización de brechas sociales, etc. Estos ingredientes han constituido el caldo de cultivo para el surgimiento de numerosas expresiones de malestar social, que han cristalizado de manera especialmente significativa en entornos urbanos.
De esta forma, surgen nuevas movilizaciones sociales que canalizan el rechazo de la población a la gestión sanitaria de la crisis o articulan demandas ad hoc vinculadas a los problemas sociales y económicos provocados por la pandemia. Otras, sin embargo, dan continuidad a protestas preexistentes que se han intensificado como consecuencia del empeoramiento pospandemia de las condiciones materiales que las habían originado.
En este contexto de mayor conflictividad social, las ciudades vivirán a corto y medio plazo situaciones muy complejas íntimamente relacionadas con la agravación de las desigualdades urbanas. Ante este escenario, es necesario desplegar de manera inmediata políticas públicas que permitan mitigar los problemas que provocan estas movilizaciones y diseñar estrategias de transformación urbana que faciliten el avance hacia una transición justa en clave más equitativa, sostenible y democrática.
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