En esta carta voy a hacer algunas reflexiones o meditaciones sobre los validos. Todo aquel pueblo que produce personajes con un gran protagonismo, hace nacer esas figuras inmediatas en la gracia o en el favor del que manda o gobierna. Nuestros reyes tuvieron siempre validos y algunos de ellos ocuparon lugares relevantes en la Historia porque, independientemente de su gracia de aproximación o de seducción, tenían talento. Los más representativos de nuestra gran historia fueron el condestable don Álvaro de Luna y Antonio Pérez. Eran personajes que, en principio, se aposentaban con su disposición para la servidumbre al lado del rey; poco después hacían alguna sugerencia acertada que el rey la tomaba en cuenta; luego el rey ya se animaba y consultaba cosas al valido; y por último el valido era ya un hombre influyente y poderoso que estaba en la sombra, o no lo estaba. Algunos ascendían, espectacularmente, como el condestable al que he hecho referencia, independientemente de que alguna vez se pasaran de rosca -como en este caso- y el rey mismo aceptaría la decisión tomada por la justicia, de colgarlo.
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