Esta modesta sección histórica lleva varias semanas a muy alta tensión. Los lectores, y sobre todo el autor, necesitan una catarsis, para reemprender, con la misma intensidad y rigor, el camino. La catarsis se llama Umbral. Durante varios años Umbral se permitió una permanente chirigota con el historiador que suscribe, hasta que un día el historiador se hartó y le dedicó dos docenas de artículos antológicos sobre los innumerables disparates que Umbral profería casi a diario sobre todo lo divino y lo humano.
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