A las doce de la mañana, hora del Ángelus, del 4 de octubre de 2023, justo después de la misa que inauguraba el Sínodo de la Sinodalidad, el papa Francisco ha gritado «¡Fuego!» por segunda vez al mundo entero. No todo el mundo lo ha escuchado: muchos al oír Laudate Deum han mirado hacia otro lado. De hecho, sigue habiendo gente que no sólo no ve el humo o las llamas, sino que se burla de los bomberos. El texto ha sido portada en varios sitios italianos inmediatamente; no así en los españoles, más ocupados con las cuitas por el nuevo gobierno o el Mundial de fútbol —¡Hosanna, hosanna!— de 2030. Admitamos que a la parroquia no creyente le tiene bastante sin cuidado lo que pueda suceder en un Sínodo aunque se considere un «mini Concilio Vaticano II» en el que se puede cocer algo gordo. En cambio, al menos en el mundo del ecologismo, había quienes aguardaban con interés y respeto lo que pudiera decir Francisco en su nueva exhortación apostólica de asunto ecológico.
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